¿Te imaginas que cada rollo de tul, lino o bouclé tuviera pasaporte? Pues algo así pasa cuando decides importar tus propias telas desde Europa o Asia. No necesitas ser experto en comercio exterior ni saber chino mandarín o turco otomano. Solo entender los pasos clave. Aquí te lo explicamos como si lo platicáramos en un café con croissants de pistache.
El origen sí importa
Cada país tiene sus fortalezas. Turquía es la realeza del tul. Italia es un poema en lino. China es potencia en volumen y variedad. Elegir bien desde dónde traer tu tela define el tipo de calidad que vas a recibir, los tiempos de entrega (más lejos no siempre significa más lento) y la facilidad de comunicación con el proveedor.
No todo es Amazon: los INCOTERMS mandan
Cuando haces una importación, necesitas definir quién se encarga de qué. Eso se hace con un término llamado INCOTERM. Por ejemplo, con FOB el proveedor lo deja en el barco y tú te haces cargo desde ahí. Con CIF, el proveedor se encarga de mandarlo hasta tu puerto. Es como pedir Uber: ¿vas tú o que llegue directo?
El tamaño sí importa (y el volumen también)
No es lo mismo traer 20 metros que un rollo de 50 kg. Hay dos factores que cambian todo: el peso bruto (lo que realmente pesa) y el volumen en metros cúbicos (lo que ocupa). Las navieras cobran el que resulte más caro entre peso físico y peso volumétrico. Como en DHL, pero con más ceros.
Impuestos: ni tan malos si los entiendes
En México lo común es pagar IVA de importación, arancel y una pequeña fracción llamada DTA (Derecho de Trámite Aduanero). Todo depende del tipo de tela y la fracción arancelaria con la que declares. Con buena asesoría y documentación correcta, no tienes por qué pagar de más.
Forwarder vs agente aduanal
El forwarder es como un project manager logístico: coordina con proveedor, naviera y aduana. Tú solo recibes updates. El agente aduanal es quien mete las manos directamente en la aduana. A veces un mismo equipo tiene ambos servicios y eso te ahorra dolores de cabeza.
¿Cuánto tarda todo?
Desde Asia, el tiempo en barco puede ir de 30 a 45 días. Desde Europa, de 20 a 30 días. Si te urge, el avión te resuelve en 5 a 10 días, aunque te sale más caro. A eso se le suman entre 3 y 7 días de trámites y liberación en aduana. Importar bien es como hornear pan: toma tiempo, pero vale la pena.
Consejo final: paciencia zen
Importar no es difícil, pero sí requiere orden y control emocional. A veces el proveedor tarda en responder, el barco se retrasa o el SAT pide otra factura. Por eso te conviene organizar todo con tiempo y planear tus inventarios pensando en márgenes de error. Los que importan bien no son los más rápidos, sino los más organizados.







